A sus pies, en el espacio inferior, se situaba el núcleo habitado, protegido al sur por unos imponentes estratos verticales de roca caliza que actuaban de murallas naturales, las cuales se complementaban al este y oeste por gruesas murallas de fábrica, en las que se abrían cuatro puertas de entrada. Las investigaciones arqueológicas han permitido conocer las características de su caserío. Lejos de la imagen estereotipada de la ciudad medieval constituida por un caserío abigarrado, agrupado en manzanas de casas estrechas y alineadas (basada en modelos ideales derivados de las villas bajomedievales), la trama urbana de Portilla muestra un patrón de organización disperso que hunde sus raíces en estándares aldeanos del alto Medievo. Su urbanismo nace de la yuxtaposición de diversas unidades domésticas (en su polisémica acepción de casa) repartidas de manera regular por el espacio intramuros. Se trata de una estructura urbana que se fija a través de un sistema de terrazas escalonadas, a modo de anfiteatro, sobre las que se disponen las casas, calles y espacios agrícolas, generando una trama más o menos recurrente. Los edificios de estas unidades domésticas, actualmente arruinados, pueden ser “visualizados” a través de grandes amontonamientos de piedra generados tras su abandono, los cuales posibilitan reconocer una veintena de casas, estimación que permite dar idea de la entidad de la población. Hasta el momento se han excavado tres de estas unidades domésticas, las cuales están permitiendo avanzar en el conocimiento de la arquitectura doméstica medieval, definiendo sus características formales y constructivas.
El castillo
La iglesia
Extramuros